Apeles, hombre. Lo veo rozagante en televisión, recuperado de esa época oscura en la que me decía, “Pilar, no salgo de casa, no sé si es de día o de noche…” y tanto nos preocupaba a los amigos. ¡Él, que lo tuvo todo y que tanto dinero cobraba! Por inaugurar una perfumería en Andorra tenía el caché más alto, 400.000 pesetas, mientras Laura Valenzuela, María José Suárez y Paco Valladares cobraron 200.000 y Rociíto y Sofía Mazagatos, 300.000. Claro que, por amistad, también lo hacía gratis. Hace un par de años fuimos a un desfile de modelos en Badalona con el franciscano Carlos Fuentes y nos reímos mucho, agua con misterio en mano, aunque luego me reveló: “hoy es el primer día en que me lo paso bien después de años de depresión”. Su cultura y su educación lo convirtieron en el sacerdote de cámara de muchas familias con pedigrí de Barcelona que se lo disputaban para que celebrase misa (en latín) en sus oratorios, pero él ha preferido el anonimato y la tranquilidad de una ciudad como Bolonia. Ad astra per aspera, amigo.