¡Todavía estoy temblando! El jueves pasado compartí espacio con el hombre más guapo del mundo: Richard Gere. No muy alto, varonil, bronceado, cuando nos vio nos dijo: “Caramba, cuántas mujeres y qué bellas son las españolas” Ole, ole y ole. Vale, no es una frase como para cincelarla en mármol, pero nos recorrió a todas un suspiro de gusto. Estábamos en el cine Comedia, en el pase privado de “Norman” a beneficio de la Casa del Tibet. El actor, en Barcelona para asistir al Festival Internacional de Cine que inauguraría al día siguiente, acudió gratis total, la sala abarrotada de mujeres que habíamos pagado 25 euros para verlo. Estábamos tan emocionadas que por megafonía nos tuvieron que reñir como si fuéramos chiquillas, “señoras, vuelvan a sus asientos, por favor”. Con camisa azul y traje gris, Richard, mediante intérprete, contó cosas muy interesantes acerca de causas sociales relacionadas con el Tibet, pero yo por desgracia no me enteré de nada abstraída por su deslumbrante sonrisa, perdóname, director. Dos monjes a mi lado, de uniforme naranja, asentían fervorosamente. Cuando pasó cerca, tuve ganas de echarle mi chaqueta al suelo y gritarle, “pisa moreno, pisa con garbo…” y tirarle claveles reventones. ¡Mejor dicho, una rosa de Sant Jordi!