Hace años publiqué que usted y Kitín Muñoz eran héroes modernos, y me llamo Kitín algo molesto arguyendo que sus aventuras eran muy diferentes. Usted, entonces, daba brincos por el mar a lomos de una moto acuática, y era el típico cuñado que da el coñazo a la familia para que lo ayuden a promocionarse.

Sí, pero…

Yo no me voy a reír de usted, jinete marino, porque acaba de demostrar en Barcelona que tiene más valor que Colón y Pizarro juntos, porque ha desafiado al más terrible de los monstruos: el ridículo. Posando en la plaza Sant Jaume a instancias de mi amigo Andrés Guerra con un fuet en una mano y unas cebolletas en la otra. Y entre ese palabrerío torrencial que salía por su boca, brillaban algunas verdades, como que quería tanto a Catalunya que pedía la catalanización de España. Y eso, ya ve usted, Álvaro,
a mí me ha gustado.