El titular, desde luego, es impactante: “Catalina enseña a Megan cómo salir del coche sin enseñar las bragas”. Los diarios británicos dan cuenta estos días de la misión secreta de Kate Middleton, casada con Guillermo de Inglaterra y, por tanto, duquesa de Cambridge, consistente en asesorar a Megan Markle, la novia oficiosa del príncipe Enrique, y prepararla ante el que parece inminente anuncio de compromiso matrimonial. Una de las primeras lecciones ha sido precisamente la de procurar que los fotógrafos no capten imágenes indiscretas por un descuido, como es el de salir del coche sacando primero una pierna y después otra, cuando lo indicado es, sentada en el asiento del coche, juntar los pies y las rodillas y sacar fuera del coche las dos piernas a la vez y luego el cuerpo. Un movimiento que debería llevar el nombre de Lady Di, pues fue la primera persona de la familia real británica en usar faldas por encima de la rodilla y la que comprendió el riesgo de dejar al descubierto, al salir del coche o agacharse, la parte más íntima de su anatomía. Las princesas del siglo XXI tienen muchas tareas que hacer y ya a nadie se le ocurre poner en duda su moralidad por convivir con su novio antes del matrimonio, de hecho, lo hizo Kate, en Inglaterra, y también Victoria de Suecia, y alguna más, pero ay de ellas si tienen un descuido, en plan Adriana Abenia y se les sale un pecho del vestido; o dejan al aire su ropa interior si la raja de su vestido supera la línea de flotación.

Megan Markle, cuya madre es afroamericana, protagonizará el primer matrimonio interracial de la monarquía inglesa, cuestión que, afortunadamente, nadie ha osado criticar aunque muchos ya han avanzado, como curiosidad histórica, que Megan y Harry podrían ser padres del primer príncipe negro de la historia de Inglaterra. En lo que la prensa británica no ha tenido piedad es en desacreditar a Megan por haber protagonizado escenas subidas de tono; por tener tres años más que Enrique y por las diferencias sociales entre ambos.

No parece que al hijo menor de Carlos y Diana le importen mucho esas críticas pero, tras su primer arranque defendiendo a Megan de los ataques de la prensa después de darse a conocer su relación, dio un paso atrás. Del que parecía inminente anuncio del compromiso matrimonial nunca más se supo. La actriz no aceptó dejar su trabajo y, tras finalizar el rodaje de la sexta temporada de “Suits”, firmó su participación en la séptima cuyas últimas escenas incluyen la boda del personaje que interpreta Megan.

Ahora, ya libre de compromisos profesionales, Megan ha superado el requisito imprescindible de ser aprobada por la reina Isabel, aunque la anciana soberana debe estar ya hasta la corona de dar el visto bueno a las novias de sus hijos y nietos. La siguiente etapa es adecuarse al protocolo palaciego, mucho más relajado que en los tiempos de Lady Di, y saber qué puede y qué no puede hacer. En eso Kate Middleton, que será su cuñada, está siendo imprescindible.

Kate, a quien antes de entrar en la casa real preparó Sophie Rys-Jones, casada con el príncipe Eduardo, tiene una gran experiencia y el gran mérito de haber superado una ruptura durante su noviazgo con Guillermo a base de darle celos con otro. Una jugada arriesgada que le salió bien, como bien le salió a su madre la jugada de mandar a la niña a estudiar a Saint Andrew, la universidad escocesa elegida por la casa real británica para que Guillermo cursara sus estudios superiores. Megan, sin embargo, se encontró a su príncipe por casualidad en un acto solidario que tuvo lugar en Toronto (Canadá) y debió ser un flechazo porque desde entonces, Harry solo tiene ojos para su chica.