La infanta Elena ha sido la encargada este año de cumplir con la tradición de venerar al Cristo de Medinaceli, un ritual que todos los años tiene lugar el primer viernes de marzo y al que siempre ha acudido un miembro de la familia real, aunque en este caso han tenido que echar mano de un familiar del Rey. En cualquier caso, la infanta no solo cumplió con convencimiento sino que, además, recibió un baño de multitud del resto de fieles que durante horas habían hecho cola para venerar al Cristo. La hermana mayor del Rey es, junto a su madre, la más popular de la familia y a ninguna de las dos parece haberles pasado factura su apoyo personal a la infanta Cristina.

La hermana mayor del Rey es quien mejor se ha adaptado a los tiempos manteniendo la lealtad a su padre y sirviendo, cuando se lo pide, a su hermano. A la infanta Elena hay que reconocerle, que siendo como es la más regia de la familia, quien mejor guarda las tradiciones, también es, y no hay que olvidarlo, la más libre de todos. En su vida ha hecho lo que ha querido: se casó, se rebeló y se divorció y, contra lo que muchos esperaban, su vida sentimental se mueve ahora en la más estricta intimidad. Ni un solo escándalo y sin dar de qué hablar desde hace años, más allá de las rebeldías de su hijo Felipe (que entre todos han controlado), la infanta Elena tiene el mérito, además, de haber sido víctima colateral de la “orden de alejamiento” que la Zarzuela dictó para la infanta Cristina. Cuando su hermana menor fue apartada de la agenda oficial, al inicio del caso Nóos, Elena siguió la misma suerte para disimular el castigo y, en vez de protestar, acompañó a la proscrita en su desgracia. Ahora, que ambas han pasado de hijas a hermanas del Rey (un grado inferior), Elena, sin embargo, puede recuperar un papel público, aunque sea como sustituta, para cubrir huecos y acudir a algunos actos, como el de Medinaceli y otros que quizá no se ajusten a los nuevos aires de modernidad de la Corona, pero que aún tienen su público.

La infanta Elena ya no es miembro de la familia real pero, lógicamente, sigue siendo familia del Rey, es más es, como todo el mundo sabe, es su hermana mayor. Para entendernos, la Familia Real, como entidad institucional está formada por el Rey, su consorte, sus ascendientes directos y sus descendientes: es decir Felipe, Letizia, Juan Carlos, Sofía, Leonor y Sofía. Cinco personas de las que dos son niñas en edad escolar, dos están medio jubilados, otra es la consorte del Rey y, por tanto, no tiene ninguna función constitucional (excepto la regencia si llegara el caso de que el Rey falleciera, Dios no lo quiera, antes de la mayoría de edad de la Princesa de Asturias) y el propio Rey que es el Jefe del Estado.

Cuando ejercía el rey Juan Carlos, tanto la infanta Elena, como la infanta Cristina, más sus hijos y cónyuges, ostentaban la condición de miembros de la familia real, pero no las infantas Pilar y Margarita, ni el resto de los parientes. Cuando, hace 40 años, se marcaron las condiciones para tener papel institucional se hizo precisamente para evitar que cualquier persona con apellido Borbón o con lazos familiares con el rey Juan Carlos se apuntara a los honores. Con el nuevo Rey se ha mantenido la norma y sus hermanas, que tanto protagonismo tuvieron durante el reinado del padre, hubieran pasado a un cómodo segundo plano si el caso Nóos no hubiera trastocado todo y, así como la infanta Elena puede seguir representando a la Corona en algunas ocasiones, su hermana Cristina está definitivamente fuera.