El domingo salgo a almorzar con P. a un restaurante repleto de padres con hijos pequeños y padres con hijos mayores. Tras la comida, veo que en al mesa de al lado una chica de treinta y largos tiene cogida la mano de su padre, un señor mayor. Me enternece el gesto. Yo hago lo mismo con mi madre. Y si mi padre estuviera también lo haría. Por la tarde vamos a ver a Ricardo Darín al teatro. No llego a conectar con la función pero ver actuar a un mito como el actor argentino hace que valga la pena haber sacrificado la siesta dominical.