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En estas islas, las Marquesas, murió Gauguin. Paradisíacas, arrebatadoras, con una vegetación exuberante. En este viaje estamos viendo y viviendo cosas extraordinarias. A ambos lados de las carreteras de la isla de Nuku Hiva vemos alimentarse a caballos salvajes. Debemos sortear vacas y cerdos. Llegamos a un pueblo habitado por doscientas personas a las que pillamos en una procesión. Y entre la gente ahí está él, un mahu. Ya hemos visto a varios en Tahití. Son chicos muy amanerados. Los primogénitos de algunas familias numerosas adoptan el rol femenino para hacerse cargo de sus hermanos menores, ayudar en las tareas del hogar y cuidar de los mayores de la familia. Los mahus , que con todos mis respetos nos recuerdan en el continente a nuestro Falete patrio, son respetados y tolerados en Polinesia. Aunque por estos lugares también hay lugar para las teorías peregrinas. Uno de los conductores que nos pasea achaca la presencia de gays en la isla a las pruebas con bombas atómicas que se hicieron por aquí no hace mucho. “Desde entonces –asegura convencido- empezaron a suceder cosas muy raras”. Hoy Jesús me tiene preparada otra buena. Creo que me lleva de acampada. No sé si me habrá inoculado el virus de la aventura, pero hoy me he levantado con ganas de marcha. La cama ya me parece un lugar extremadamente tradicional para dormir.