En nuestra profesión te suelen ir cayendo hostias de vez en cuando pero existe una regla no escrita que afirma que al menos un día, o una semana, o un mes te comienzan a llover de tal manera que pareciera que se hubiesen multiplicado como los panes y los peces.

Eso es lo que ahora le está sucediendo a Terelu. De todas las críticas que recibimos las hay siempre muy merecidas y otras que te vienen de regalo. Yo le digo que lo inteligente es no responder a ninguna pero tampoco puedo aconsejarle cómo se hace eso porque soy de los que se suben al palito con tres de pipas. Terelu tiene, como todos, muchas cosas malas. Pero también es vulnerable, cariñosa, generosa,  discreta y sobre todo una mujer a la que no le cuesta pedir perdón. Yo la he descubierto a raíz de 'Sálvame' y aunque en casi todo pensamos de manera totalmente opuesta he descubierto en ella una compañera en la que se puede confiar. Ahora anda desnortada, caminando con pies de plomo en un mundo que de repente se le ha vuelto hostil. Le toca pasarlo mal pero si se mantiene alerta y no se dedica a encabronarse contra todo lo que se menea se dará cuenta de que hay mucha gente dispuesta echarle un cable y permanecer a su lado. Yo, me apunto.  

Reencuentros

El sábado aparece en casa mi amigo Josep con Toni, su marido. Conocí a Josep en la facultad, me saca quince años pero cuando estudiábamos yo parecía su padre: siempre me recuerda que iba a estudiar con americana y pantalón de vestir más antiguo que la madre que me parió. Quedamos con P. en Madrid y le pido a Toni que coja el coche para acercarnos al restaurante. Le cuesta manejarse con él porque es automático. A llegar a un semáforo de Moncloa esperamos a que esté en verde para continuar la marcha pero en ese momento Toni se pone nervioso y comienza a toquetear la palanca de cambios con tal frenesí que acabamos dándole al coche de atrás. A los cinco segundos aparece la dueña del vehículo preguntándonos qué hacíamos. Supongo que por los vaivenes que le dábamos al coche esperaba encontrar a una panda de borrachos así que se tranquilizó al ver que sólo éramos torpes. Covadonga resultó ser al final una mujer encantadora: “Acabo de estrenar el Mini hace quince días y me ha sabido mal que le dierais”. Llamo a P. para que nos rescate y cuando le veo aparecer pienso que es mi héroe. La idea de la seguridad la tengo muy asociada a que me lleven en coche, soy así de simple. Creo que tiene que ver con la tranquilidad que  sentía cuando mi padre conducía y yo iba de copiloto.  Pasamos el domingo tirados en casa y cuando después de almorzar propongo hacer una siesta P. confiesa muy serio: “No me gustaría porque cuando duermo es tiempo que paso sin mirarte”. Vaya, pienso yo, ya tardaba esta semana en salir la frasecita cautivadora de marras. En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, decido creérmela. La felicidad tiene mucho que ver con los engaños.