Si viviera en otra época la llamarían “La empecinada”. Díez es el claro ejemplo de cómo se puede acabar si no se atiende a razones, si no le echas cuentas a lo que sucede alrededor porque no te compensa escucharlo. Su mundo se desmorona y ella lo achaca a que sus compañeros la han engañado. Rosa Díez ha caído en el mismo error que criticaba en los políticos contrarios: agarrarse al sillón como los músicos del Titanic al barco. Ella no es de las que piensan que dar un paso atrás puede ser una victoria y es una opción. Su opción. Podría haber seguido dando guerra de la mano de Albert Rivera pero no está hecha para compartir carteles. La Historia ya está sacándole brillo a su losa para sepultarla en el olvido.