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El lunes por la mañana me escribe Luis, el director de esta revista, y me pregunta si me puede llamar. Le pido que en media hora porque me pilla desayunando en Lisboa. Me contesta que Jesús Reyes, el examigo de Labrador, también está en la ciudad. Se ha enterado por las redes. Al minuto me pregunta: “¿Estáis juntos?”. Le aclaro que no. Si Reyes se enamoró de Labrador dudo que yo pueda ser su tipo. Demasiado mayor. Demasiado poco músculo. La pregunta de Luis me ha hecho pensar. ¿Dónde me escaparía un fin de semana si tuviera un amante? A Lisboa no, porque a P. y a mí es la ciudad que más nos gusta. Me parecería poco elegante. ¿París? Muy tópico. ¿Londres? Muy grande. ¿Roma? Muy vaticana, el complejo de culpa y todo eso. Qué trajín. Me rindo. Decido no tener amante para evitarme quebraderos de cabeza innecesarios.