Mila falta a interpretación y nos sentimos huérfanos, pero intentamos sobreponernos haciendo el pez que pasea por las profundidades del mar, el pez que come y el pez que huye de un tiburón.

Menchu se cabrea porque al ir a recitarle a Muro “Años triunfales” de Jaime Gil de Biedma éste –Muro, no Gil de Biedma- le hace caras y ella se desconcentra. El ambiente se relaja en la cena, no hay nada que tres botellas de vino no puedan lograr. Cuando estamos a punto de irnos, Hugo Silva entra en el bar. A todos los chicos –incluido a  P., mi novio- les entran unas irreprimibles ganas de ir a fumar. Curiosamente, para ir a fumar tienen que pasar cerca de Silva, que se ha quedado en la puerta. Cuando vuelven, alguien exclama con voz doliente: “Ya se ha ido”. Como aspirantes a actores que somos, no dudamos en elogiar lo bueno que está el maromo. Tomo la palabra para manifestar que si P. tuviera la oportunidad de acostarse una noche con Hugo Silva yo lo entendería. Preferiría no saberlo, aunque si me enterase estoy convencido de que con el paso del tiempo incluso estaría dispuesto a tomármelo con humor. No puedes condenar a tu pareja a que, por obligación, se pasee sólo por tu cuerpo. Si lo hace, que sea una elección suya. Murmullos de incredulidad entre los presentes.  Me dirijo a P.: “¿Y si una noche coincido con Ricky Martin y se me pone a tiro qué hago?”. “Si ocurre eso y no te acuestas con él entonces soy yo el que te pego una hostia”, responde sin titubeos. ¡Este es mi hombre!