Llego a la reunión de ‘Sálvame Deluxe’ y encuentro a mis compañeros cariacontecidos. Sobre todo a Belén, que se siente culpable de la hospitalización –o lo que sea– de Rosa Benito. Le explico que no tiene por qué pero no logro convencerla.

Kiko Hernández señala que las redes sociales nos tachan de desalmados por haber llevado a Rosa al borde del abismo mientras que Carlota, la directora, nos pone al tanto de los últimos acontecimientos.

Las tornas han cambiado: antes Rosa era una montajista y una aprovechada, pero desde que cuentan que está hospitalizada ha despertado la compasión de varios espectadores. La Benito ha vivido a la sombra de la mayor folclórica que España ha dado y eso marca: copia sus ademanes cuando concede entrevistas y sus puestas en escena están impregnadas de un sentido trágico tan excesivo que resta credibilidad a sus declaraciones. Lo más peligroso de todo este asunto es que no ha conseguido separar su vida privada de su vida laboral. Ella cree que está protagonizando una tragedia griega cuando en realidad está inmersa en una historia confeccionada con los mismos mimbres de las películas del destape: cuernos, estafas económicas, queridas de andar por casa y una hija que no le llega a la suela de los zapatos. Debería dar un manotazo al aire, independizarse, sacudirse toda la caspa que le rodea y hacer lo que prometió en ‘Supervivientes’: vivir.