Pongo en Facebook “Buenos días” y me hablan de Sofía. Subo a Instagram una foto de un atardecer y me hablan de Sofía. Estornudo y los kleenex me hablan de Sofía. La gente debe pensar que pienso en ella desde que me levanto hasta que me acuesto. Que dirijo sus pasos desde España vía telepatía. Que desayuno, almuerzo y ceno Sofía con patatas. Antes era Belén, ahora Sofía. No soy yo la persona a la que deben dirigir sus lamentos.

Han tenido la oportunidad de echarla varias veces y ahí sigue, como Rajoy. Sofía es el claro ejemplo de cómo funciona nuestra sociedad. Nos parece lo peor pero no hacemos nada para quitárnosla de encima, quizás porque no nos viene mal tener a alguien en quien canalizar nuestro odio. Reflexionemos sobre ello. Escribo estás líneas un sábado y creo que la Suescun sigue siendo amiga de Raquel Mosquera aunque en Supervivientes cualquier cosa puede pasar. La presencia de la Mosquera en un programa que cuenta con una audiencia masiva me parece pura maravilla.

Que una mujer diagnosticada de trastorno bipolar esté dando clases de sentido común al resto de concursantes hace más por dejar de estigmatizar estas enfermedades que cualquier campaña institucional. Habla Raquel y después de cada parlamento de los suyos sólo cabe decir “Amén”. Es, con diferencia, la más lúcida de todos los supervivientes. Me alegro por ella y por todos aquellos que sufren su enfermedad y que durante años han tenido que escuchar cómo de manera despectiva se les tildaba de “locos” y se les dejaba por imposibles. Me produce mucha felicidad que un programa como Supervivientes contribuya a desterrar tópicos tan rancios como dañinos.