Cuando era pequeño me daban miedo los comunistas y el término que les describía: 'Rojos'. Ahora también se está intentando que le cojamos miedo a los 'rojos' pero al menos conmigo no lo están consiguiendo. Es más: las advertencias me suenan hasta ridículas. Trasnochadas. Antiguas. El sábado por la noche hago mi habitual ronda por las tertulias políticas y advierto que lo que antes me entretenía comienza ya a hartarme. Empiezo a cansarme de esos tertulianos que se colocan estratégicamente en los programas para armar bronca, meter mierda, animar el cotarro. Te tragas sin pestañear varias horas de programa y te vas a la cama con una extraña sensación de vacío aliñada de cabreo. Horas robadas al sueño viendo cómo se despellejan las derechas, las izquierdas, las ultraderechas y las izquierdas radicales. Este sábado tuve suerte: di con una entrevista que le hicieron a Cristina Almeida en ‘Un tiempo nuevo’. Estuvo apoteósica. Si los rojos que tienen que venir son como ella, que nos invadan ya. Repartió lecciones de libertad, sensatez y sentido común. Desde un sector demasiado amplio de la población se aboga por una juventud bien peinada, silenciosa y que no salga de casa para no sufrir ningún rasguño. Con un impresionante sentido del humor, Almeida abogó por una juventud contestaría, rebelde y protestona. Tiene más razón que una santa laica. Si no protestas a los veinte a los cuarenta ya eres un octogenario. Gracias a Cristina Almeida me fui a la cama rejuvenecido. Por una vez valió la pena quedarse hasta las dos de la mañana viendo la tele.