Comparece Pujol en el Parlament, no contesta a nada de lo que se le pregunta y encima riñe al personal por haberle tratado tan mal. Jordi Pujol ya no es ese abuelito al que hasta le podías llegar a tener un cierto cariño. Ahora es un señor al que desearías ingresar en el olvido.



 

Cuando acaba su vergonzosa comparecencia observo asombrado que hay gente que se le acerca, le regala una sonrisa e incluso le besa. Incomprensible. Pocos besos están hoy tan sucios.

 

Me cuenta una periodista que sigue el caso muy de cerca que, mientras Pujol lo está pasando muy mal, la Ferrusola está aguantando el tipo. La señora, que tiene toda la pinta de haber mecido demasiado la cuna, debe pensar encima que Catalunya le debe todo lo que han tangado y mucho más.