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Es la primera vez en bastantes años que me quedo en Madrid por estas fechas. Suelo cogerme la semana entera de vacaciones y P. y yo ponemos tierra de por medio y nos plantamos en una playa a diez horas de avión de España.
Pero esta vez no ha podido ser: tengo ‘Supervivientes’ y el miércoles por la mañana me toca grabar el ‘Deluxe’ de esta noche. No me gusta la Semana Santa. Me produce muy mal rollo el olor a incienso que desprende. Cuando estudiaba en el Opus Dei la vivía muy intensamente: aparte de que nos machacaban a diversas ceremonias, se instalaba en el colegio un ambiente propio de la Stasi. Los profesores se paseaban todos los viernes por el patio del colegio con el fin de confiscar aquellos bocadillos que contuvieran carne. Vamos, que el libre albedrío se lo pasaban por los mismísimos. Hoy en Madrid ha hecho un sol de justicia y P. y yo hemos pasado el día entero tostándonos, desnudos, pura y dura exaltación de la carne. Ha sido nuestra particular manera de revelarnos contra la proliferación de sotanas y capirotes que ha invadido nuestra televisión.