Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Mona de Pascua

"Mi tío Manolo me regalaba unas monas espectaculares y tener un lunes fiesta siempre me ha encantado"

Estas vacaciones sólo hemos puesto el pie en la calle para sacar a los perros y para quedar a almorzar con Mila y Maeso. Maeso nos presenta a un amigo y P. no para de decir lo bueno que está el muchacho.

Encajo bien sus palabras pero me inquieta cuando P., Maeso y el amigo desaparecen porque el susodicho quiere mostrarles su nueva moto. Como la venganza se sirve en plato frío, disfruto cuando el maromo no le dedica ni una mirada a P. a la hora de despedirse. Donde las dan las toman. ¿O estarán disimulando? El domingo por la tarde hay una sesión del ‘Que trabaje Rita’ –la fiesta de moda en Madrid y Barcelona– pero P. dice que no le gusta mucho salir de fiesta porque se siente mayor, desubicado. A mí me sigue gustando salir pero la malo es que no sé retirarme y empezar la semana con dolor de cabeza no me resulta un plan apetecible. Mañana lunes es el día en el que los padrinos obsequian a sus ahijados con una mona de Pascua. A mí me gustaba esa fiesta: mi tío Manolo me regalaba unas monas espectaculares y tener un lunes fiesta siempre me ha encantado. Ahora, cuando veo por la tele esas pastelerías repletas de monas alucinantes, me cuesta recordar que hubo un tiempo en el que me producía especial emoción recibir la mía. Deberíamos empezar a inventar celebraciones que consiguieran encender de nuevo la llama de la esperanza porque las que tenemos ahora –el Día del Padre, el de la Madre, el de los Enamorados– no hacen más que recordarnos que la vida está llena de obligaciones. Y con los años lo que buscamos es lo contrario: hallar alicientes que nos ayuden a reencontrarnos con aquellas miradas que un día fueron vírgenes.

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