Para despedir el año nos encontramos P. y yo de nuevo solos en casa. A eso de las seis y media ya estamos en pijama. Nos abrimos una botella de champán y nos vemos ‘Sin hijos’, una película argentina con Maribel Verdú –qué guapa está– y Diego Peretti. Estoy a punto de quedarme dormido en varias ocasiones. Tanto, que P. me pide que apoye la copa en el mueble porque la ha visto en el suelo más de una vez. Qué poca fe tiene en mí. Como todo el mundo sabe, soy experto en aguantar copas estando dormido tirado en un sofá. Acaba la peli y estamos a punto de ponernos con la comida pero en un rapto de dignidad le pido que nos vistamos decentemente para cenar, que hacerlo en pijama la noche de Fin de Año me parece un símbolo extremo de dejadez. Accede. A regañadientes, pero accede. Luego se alegrará. Para las campanadas conectamos, claro está, con Mediaset. Me hace gracia el espectáculo que montan Marta –bellísima–, Cristina, Natalia y Pelayo. Delante de la cámara no tienen vergüenza y eso es fundamental para trabajar en televisión. En un momento dado acaban los cuatro llorando a lagrimaza viva y a mí me da un poco de apuro verlos así. Quizás porque estoy sobrio. Me paso un momentito a Antena 3 y veo a Cristina Pedroche. Ya lo escribí aquí hace tiempo. Me gusta ella. Su arrojo, su valentía. El vestido que ha elegido este año es, cuando menos, complicado. Supongo que debía ser difícil superar el listón del año pasado y se han devanado los sesos pensando qué hacer para seguir llamando la atención. Si repite el año que viene estaría bien que, para desconcertar, saliera tan recatada como Audrey Hepburn en ‘Vacaciones en Roma’. A veces se desea más lo que no se ve. En La 1, apuesta segura: Anne y Ramón García. Me gustan los dos para este tipo de eventos. No estoy de acuerdo con los que les llaman antiguos. A mí me huelen más a tradición. Anne es una mujer encantadora, más cariñosa de lo que parece y muy simpática. Ramón, un compañero ejemplar. Lo he visto recordando en una entrevista cómo años atrás yo acudía con mi grabadora a cubrir para la revista Pronto aquellos actos en los que él participaba. Pese a que en aquella época atravesaba un momento profesional óptimo jamás atisbé en él un ápice de divismo. Luego lo he visto en el programa de Bertín quejándose de que en nuestra televisión solemos arrinconar a los profesionales que cumplen cincuenta años. Estoy de acuerdo con él. Me gusta la televisión hecha por profesionales maduros. Y la radio. E incluso la prensa. En nuestro oficio, ser joven es una desventaja. O al menos, eso es lo que yo pienso.