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Una de las cosas que más me han sorprendido en mi profesión tiene que ver con Sardá: vino una vez a ‘Sálvame’ a presentar un libro y estaba muerto de miedo. Inseguro, temeroso, con un sentido del ridículo pronunciadísimo. Él, que había conseguido arrasar durante cerca de diez años con ‘Crónicas Marcianas’, se encontraba incómodo en un plató de televisión. Luego lo he visto deambular por varios programas intentando encontrar su sitio y sufría porque lo notaba muy perdido pero después de dar varios tumbos lo ha encontrado. Me encanta el Sardá tertuliano. Está a años luz de muchos con los que se sienta. Tiene un bagaje cultural amplísimo, es razonable, piensa y sabe escuchar, que es una virtud que se da muy poco en el terreno en el que se mueve.
En el lado contrario podríamos colocar a Arenales Serrano, una señora tan torpe tan torpe tan torpe que hasta te cae bien. Por sus pintas yo la veo más como colaboradora de algún programa de moda en La 1 pero se conoce que en el PP andan escasos de personas mínimamente presentables en televisión y tiran de ella para rellenar tertulias. Me la imagino poniendo cara de hastío cada vez que la llaman para acudir a un programa pero luego es verdad que la señora pone empeño aunque le luzca poco. A mí me hace gracia porque la veo muy atolondrada y porque a veces se queda tan embobada escuchando los argumentos de los contrarios que parece que le dan ganas de cambiar de partido: al PSOE, a IU, a Podemos o a Ciudadanos, da igual. A todos menos al suyo. No la veo en el PP. Es demasiado simpática.