Sábado. David y Raúl se van a almorzar al barrio de las Letras y Mila y Maeso a un restaurante del barrio de Salamanca. Ambos grupos me piden que me una a ellos pero estoy derruido.

Muy mal debo de estar, pienso yo para mi capote, cuando P. me dice de tomar una copa de vino después de la siesta y la rechazo. El miércoles me hice tres programas: a las tres de la tarde grabé ‘Hay una cosa que te quiero decir’ con María Patiño, a las cuatro me fui corriendo al ‘Sálvame’ y cuando se acabó esperé hasta las diez para hacer la ‘Última Hora de Supervivientes’. No paro de echar calzoncillos en mi bolsa: me cambio cada vez que hago un programa, me siento más limpio. El jueves por la mañana tengo la rueda de prensa de la nueva campaña de Yobingo.es y me lo paso de fábula. Los organizadores han distribuido ordenadores entre los cerca de 20 asistentes y les invitan a jugar cinco partidas para conseguir unos premios jugosos. A Beatriz Cortázar le toca un iPhone 4 y a mi compañero Juanjo Perona un ordenador portátil. Me hace gracia ver cómo mis compañeros pasan de la gran estrella de la televisión que soy yo por unos cartones de bingo virtuales. Mientras juegan no me hacen ni caso. Pasamos un rato muy divertido. Cuando finalizan las partidas, imploro que me hagan las entrevistas porque me tengo que cambiar de calzoncillos para ir a ‘Sálvame’. Veo a Nemolato, Teresa Barrios, Eduardo Verbo, Enrique Suero, Mariñas. Me gusta mi gremio y su gente. Me siento más cercano a ellos que al ‘star system’ del estamento catódico.