María José tiene un amigo portugués. Poco más me atrevo a escribir porque creo que Campanario está que trina con este asunto y amenaza con demandar a todo aquel que se pase de listo. No seré yo. Fundamentalmente porque el tema tiene poca literatura. Conozco muy poco a Campanario. He coincidido un par o tres de veces con ella y me pareció una chica simpática. Gana en las distancias cortas. La tratas un poco y crees que podría llegar a convertirse en una buena amiga. Hacía tiempo que no sabíamos de ella y ha vuelto a la actualidad por ese amigo portugués que está como un queso. Cuando ves en fotografías al señor portugués te dan ganas de ponerle un piso en plena Avenida Liberdade de Lisboa. Parece cañero, canallita, un poco bohemio y soñador, como la canción de Julio Iglesias. Luego ya cuando lo hemos visto hablando y en movimiento pierde. Al menos a mí entender. Demasiado arregladito, limpito, peinadito, ordenadito, planchadito. Y hasta un poquito encantadito de haberse conocido. Me ponía cachondo la idea de recorrer con él todos y cada uno de los bares del Bairro Alto pero creo que él es más de baño dominical en Estoril con la familia. Seguiré escudriñando cada uno de sus movimientos.