La semana de estancia de mi madre en casa se salda con gran éxito; se me ha hecho corta su visita. Cuando me ve me dice: “¿Qué te has hecho en la cara? Estás bien”.

“A ver si lo adivinas”, le respondo. “Dime tú”, remata ella. Al enumerarle las cositas sentencia: “Te lo iba a decir”. “Sí, pero no me lo has dicho”, contraataco yo. Ella intenta quedar por encima, como el aceite, pero aborto sin contemplaciones el inicio de la discusión. Luego, a lo largo de la semana, tendremos los roces típicos. “Qué bien se está al sol”, comento mientras me desperezo. “Pues anda que a la sombra”, dice ella. “Me gusta estar moreno”, le confieso. “Sí, pero no te pongas muy negro que en la tele queda fatal”, me aconseja al instante. Por las noches, para ver la tele, ella se sienta a mi izquierda en el sofá y P. a mi derecha. Les obligo a que cada uno me agarre la  mano que tiene más cerca, así que la estampa es cojonuda: parecemos concursantes de 'Gran Hermano' esperando que Mercedes Milá diga: “La audiencia ha decidido que debe abandonar la casa…”.  De esa manera y gracias a que mis compañeros de producción me pasan en DVD el primer capítulo de la segunda temporada de ‘Viajando con Chester’  me emociono con la entrevista que Risto le hace a Luis del Olmo. Llevo escuchándole desde que tengo uso de razón: mi padre era adicto a él. Recuerdo esos viajes en coche rumbo a las vacaciones con la sintonía de ‘Protagonistas de fondo’. Un Risto más maduro y relajado –porque no se ve obligado a repartir estopa– consiguió que Del Olmo le diera una entrevista brillante. Luis ha hecho historia en la radio. No creo que eso se pueda decir de muchos de los que están trabajando ahora en ese medio. Mi madre, antes de irse el viernes, me dice al oído: “Estás muy guapo”. A eso de las ocho de la noche mi hermana Ana me manda un whatsapp: “La mama –así, sin acento, nosotros la llamamos así– ha venido rejuvenecida. Está muy feliz porque te ve muy contento con tu novio”. Llego al ‘Deluxe’ con una sonrisa de oreja a oreja.