Carla es la Antonelli, que protagoniza este documental dirigido por Fernando Olmeda. Tan impactante como emocionante. Nos habla de la infancia de Carla en el pueblo tinerfeño de Güímar, de las dificultades que suponía sentirse diferente en la España de los años sesenta. Se me encoge el alma al imaginar cómo aquel chico que no se encontraba cómodo con su cuerpo coge un barco a los diecisiete años rumbo a Gran Canaria.  Qué miedo tuvo que pasar diciendo adiós a su hogar rumbo a lo desconocido. Esa soledad que padeció en la esquina de la Plaza Santa Catalina, el hambre, la desesperación. Subsistir en esa sórdida España de los ochenta que miraba a las personas diferentes como animalitos de feria. Trabajar en antros cutres ante un público no menos cutre. Su viaje ha sido complicado, doloroso, posiblemente traumático pero ha valido la pena. Para ella, porque le ha servido para convertirse en lo que siempre había deseado y para muchísima gente que se ha fijado en su tesón para salir adelante. Elemento fundamental en la lucha por la dignidad del colectivo transexual, Carla Antonelli ocupa por méritos propios un escaño en la Asamblea de Madrid. Su lucha, nuestra lucha, sigue vigente. En lo que va de año, tres personas han sido víctimas de ataques por su condición sexual en la Comunidad de Madrid. Necesitamos más Carlas comprometidas, más personas concienciadas, más seres dispuestos a remover espíritus adormecidos. “El viaje de Carla” debería ser un documental de obligada visión para las nuevas generaciones de gays, lesbianas y transexuales. Tienen que saber que gracias a gente como Antonelli, todos ellos son/somos hoy más libres.


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