Por mucho que los defensores de Toño Sanchís se empeñen en seguir apoyándolo no hay vuelta atrás: la imagen del representante quedó definitivamente defenestrada el pasado viernes en el Deluxe. Y su reputación, sepultada entre los escombros de la codicia. Sí, habrá quien siga dudando de Belén. Pero no porque crean a Toño sino porque a ella la desprecian, que es muy distinto. Durante la emisión del programa del viernes recibo el mensaje de un compañero al que le tengo mucho aprecio poniéndose tiquismiquis con las explicaciones que estábamos dando del Toñogate. Y yo le contesté que no se obcecara, que por mucho que no le guste Belén lo de Toño es de juzgado de guardia. Pero da igual. Habrá quien siga negando la mayor –y no lo digo por este compañero en concreto- porque eso le asegura cuota de pantalla. Los programas de entretenimiento beben de los conflictos para tener audiencia. De ahí que siempre les venga bien un tonto útil que ponga en cuestionamiento argumentos incontestables. Con Belén sucede justo lo contrario que con el PP. Mientras que ella tiene que dar saltos mortales para que en este asunto la crean, el PP va a ganar las elecciones pese a estar inmerso en gravísimos casos de corrupción. Tenemos un país para estudiarlo. Estamos tan escaldados que preferimos lo malo conocido –Bárcenas, Gurtel, Púnica, Acuamed, Barberá- que lo bueno por conocer. Reconozcámoslo: hemos perdido la esperanza.


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