Ayer, justo al finalizar la gala de ‘Supervivientes 2019’, tuve movida con Dakota. Desde el mismo momento en que se inició, supe que aquello no iba a acabar bien. Y así fue. Volví a casa tocado y, al meterme en la cama, pensé que me había equivocado. Eso me alivió. Reconocer los errores libera.

Lo malo de tener una noche conflictiva es que, al día siguiente, debes aislarte para no desestabilizarte más de lo necesario. De periódicos digitales solo leo eldiario.es y elconfidencial.com porque tienen muy diferenciada la parte que dedican a la televisión. Y las redes ni las miro. Sé que durante algunos días no podré entretenerme con los mensajes que me envían por privado. En Instagram le doy a “rechazar todo” y andando, que es gerundio.

Pienso sobre lo efímero de la tranquilidad en la tele. La semana pasada todo eran halagos por la entrevista de Bertín; esta me dicen del mal que me tengo que morir. ¿Tanto habré cambiado en una semana? Me gusta que después de veinte años de profesión me sigan provocando inquietud esas situaciones porque quiere decir que mi trabajo me sigue importando y, sobre todo, que lo sigo respetando. Creo que en estas ocasiones lo mejor es estar en casa, hablar con el menor número de gente posible y reflexionar. No ser condescendiente con uno mismo, pero tampoco flagelarse.

Es fácil analizar los hechos de manera fría, así que no conviene martirizarse. Solo ser honesto con uno mismo y responder con sinceridad a la pregunta: “¿Lo hubieras hecho de otra manera?”. En este caso, la respuesta es “sí”. Me han contado –muy por encima, tampoco he querido indagar mucho– que ha molestado esta apreciación que le hice a Dakota y que dice algo así como: “Con los pollos que le montabas a tu padre en ‘Hermano Mayor’ y ahora mueres por hablar con él”.

Reconozco que me lo pensé antes de pronunciarla. Pero tras una rápida valoración –tampoco es que dé mucho tiempo a pensar en un programa en directo– decidí lanzarla con todas las consecuencias. Lo volvería a hacer. Intenté introducir una nota de humor. Negro, quizá, pero humor al fin y al cabo. Lo hice y lo volvería a hacer porque hay pocas cosas que me repugnen más que la autocensura. No quiero dejar de hacer o decir cosas por el miedo al qué dirán. Empiezas cediendo en estas cosas y acabas haciendo tu trabajo siguiendo los dictados de AA (Aburridos Anónimos).