Desde que se lió la que se lió con mi Ondas he cogido miedo a que me premien. Incluso en sueños. El martes soñé que me daban el Nobel de Literatura y lo pasé fatal porque imaginaba que me iban a caer palos por todos los lados.

Que me dieran un Nobel por una sola novela -'La vida iba en serio'- significaba que ésta sería examinada hasta la saciedad y que la crítica sería despiadada conmigo porque soy consciente de que no he escrito 'Cien años de Soledad'. Me desperté en el momento en el que tenía que salir al escenario a recibir el galardón. Menos mal. Dos días después soñé que la Academia de Televisión me otorgaba, a mis años, el Premio Toda una Vida. Como tenían mala conciencia por no haberme nominado siquiera a un 'Ahí te pudras' me premiaban con algo reservado a los profesionales a punto de jubilarse. Vamos, que me estaban invitando a dejar de trabajar. No tengo sueños sexuales. Curioso lo que está sucediendo con eso. Que 'Sálvame Diario' se emita en horario superprotegido significa que no debe haber la más mínima alusión al sexo. Ni siquiera al placer. De ahí que cuando llegamos al 'Deluxe' nos pongamos tan verdes, porque necesitamos expulsar todo lo que hemos ido acumulando durante la semana. Entiendo que  se pongan tan estrictos con el asunto del sexo. Una sociedad satisfecha es incontrolable. Por cierto, debo recordar que la Rigalt ya ha vuelto de Bangkok, donde ha  ido para conocer a su nuevo nieto. Se acabó ser tan procaz -por no decir verduscón- en el 'Deluxe'. Siempre que me paso, ahí está ella para reprocharme que se me ha ido la lengua.