Estoy poco acostumbrado a entrevistar a políticos, pero la poca experiencia que atesoro me sirve para asegurar que, generalmente, dan muchos problemas. No ellos, sino la corte que les rodea. Con Ada Colau, todo fue distinto. La premisa estaba clara: la alcaldesa venía al plató para hablar de todo menos de política. Y desde el mismo momento que se sentó cumplió su palabra. Colau contestó a todo lo que se le preguntó con una tranquilidad que desconcertaba. Tanto que, cuando soltó el famoso titular de que había tenido una novia, no tenía mucho sentido seguir indagando sobre el asunto.

Lo relató con tal naturalidad que desactivó la posibilidad de seguir preguntando. Me gustaba Colau –si viviera en Barcelona la votaría– y desde el sábado me gusta más. Demostró que un político puede hablar de su vida personal sin tener que estar continuamente vendiéndonos motos. Dejando de lado su ideología, estoy convencido de que el público valoró su sinceridad y la generosidad que demostró durante toda la entrevista.