Después de varias jornadas montados en un jeep recorriendo parques naturales con carreteras de tierra y piedras, nos apetecían días de playa. Llegamos al aeropuerto de Serengueti dispuestos a coger un vuelo dirección Zanzíbar y al ver la pista de aterrizaje me asusté. Sin asfaltar. También de tierra y piedras. Pero más miedo me dio ver la avioneta en la que íbamos a hacer un trayecto de más de dos horas y media. “Mira P., no está en mi ánimo inquietarte, pero en ‘Memorias de África’ Robert Redford se mata sobrevolando el Ngorongoro o el Serengueti, no lo tengo muy claro”. P. me agradece la información y nos montamos en el cacharro. Se me encoge el corazón con cada bote y P. se pasa todo el vuelo accionando el botoncito del aire. Sudando frío. Yo intento abstraerme tragándome tres episodios de ‘House of Cards’. Lo consigo a medias. Cuando tomamos tierra, se me viene a la cabeza que todavía tendré que montarme en otra avioneta para abandonar la isla. Estamos arriesgando mucho: también hemos hecho un vuelo en globo por el Serengueti. Somos unos atrevidos.