Siempre que veía a Sema salir por la tele pensaba en sus padres. ¿Lo pasarían mal viendo a su hijo? ¿Sufrirían pensando que podría convertirse en objeto de crueles comentarios? Pero la semana pasada vi a Sema participando en ‘Sálvame’ y varió mi percepción de su realidad. Fue durante el encuentro que mantuvo con la coach Cristina Soria. Sema le confesó que durante una época de su corta existencia vivía encerrado en su mundo, inquieto por sentirse diferente. Hasta que apareció en su vida Isabel II. La niña –otra outsider– le dijo algo así como que “a las penas, puñalás” y juntos se han enfrentado al mundo, al demonio y no sé yo si en el caso de Sema a la carne. Sema confesó en ‘Sálvame’ haber sufrido. Según la ley del péndulo, ahora le toca disfrutar de la otra cara de la moneda. Está despendolado. Abonado al exceso. Subido en la ola del barroquismo exacerbado. Haciendo gala de su pluma sin complejos. Con un par. Adoro la pluma. Cuánto hemos sufrido por intentar esconderla y qué críticos hemos sido los mismos gays con este asunto. Decían los griegos que la virtud está en el término medio pero tal y como les ha ido a lo mejor debemos de dejar de hacer caso a sus enseñanzas. Sema tiene pinta de ser un hombre dichoso. De no dejarse intimidar por los comentarios ajenos. De no tener ni un solo complejo. Creo, sinceramente, que estamos ante la viva estampa de un hombre feliz.