En las elecciones voté a Manuela Carmena para la alcaldía y a Gabilondo para la Comunidad. Desde que sabemos que Carmena va a ser alcaldesa se están produciendo hechos curiosos en Madrid. Aparecen en los contenedores que hay cerca del Ayuntamiento sospechosas bolsas repletas de papeles triturados, como si quisieran limpiar de mierda las dependencias del lugar y dejarlo todo bien limpio antes de la llegada de la nueva. Madrid ha abierto sus ventanas y empieza a respirarse aire limpio, renovado. Era insoportable el tufillo de doble moral que despedía con Ruiz Gallardón y no me convencía tanto olor a incienso y sacristía que había en la era Botella. No estoy en contra de sus creencias pero me molestaba que me las quisiera imponer. Si por Botella hubiera sido Madrid sería ahora un pesebre humano. Como va a tener tiempo libre, que se dedique a montarlo en su casa y nos deje en paz una larga temporada. Que no la engañe su corifeo: ha sido una alcaldesa nefasta. Poco dialogante y muy sectaria en sus decisiones. Ha intentado aplastar todas aquellas celebraciones que no se ajustaban a su moral pero no siempre lo ha logrado. Resistir contra Botella ha sido heroico. Los dioses nos han premiado con el fracaso de Esperanza Aguirre, que a estas alturas debe estar fabricándose un soviet acorazado en su palacio para que los rojos no puedan entrar a robarle sus palos de golf. La derrota ha demostrado la verdadera cara de Aguirre. Nada que añadir salvo recordar que esta señora fue ministra de Cultura.