El domingo por la noche veo a Íñigo Errejón comentando las elecciones catalanas. Habla. Mucho. Sin parar. Habla, habla y habla. Tanto que aturde. Los demás componentes de la mesa –Carme Chacón entre otros– no pueden replicarle porque su chorreo verbal los deja turulatos. Y a mí, listo para coger el sueño. Gracias, Íñigo.