Por las mañanas hago deporte viendo ‘El programa de Ana Rosa’. No sé qué día de la semana pasada salió Cayetano Rivera narrando una apasionante historia –ironía– en la que iba a embarcarse. D

ar la vuelta al mundo, creo, pero como Cayetano contaba su proyecto con tan poca convicción daba la impresión de que la aventura era tan excitante como ir a comprar apio al supermercado de la esquina. Cayetano es tan guapo como aburrido. Escucharle produce el efecto de un potente somnífero. Tanto es así que tuve que quitar la tele porque me dejó tan aplatanado que estuvo a punto de caérseme una mancuerna en la cara mientras estaba estirado en un banco de abdominales haciendo aberturas de pecho. Y si hablamos de mujeres aburridas, debemos otorgarle el palmón a Eugenia Martínez de Irujo. Concede una entrevista a ‘Yo Dona’ y al leer las primeras líneas me compadezco de la reportera. Eugenia sólo tiene ganas de hablar de las joyas que promociona, así que la periodista tiene que dar saltos mortales para que la entrevista tenga un mínimo de interés. No lo logra. Dicen que en las distancias cortas Eugenia gana. Como no la conozco así tengo que atenerme a lo que proyecta: nada. Si el objetivo de Eugenia es pasar lo más desapercibida posible lo ha conseguido. No interesa lo más mínimo.