TRAMPANTOJOS.- Dícese de la técnica pictórica que intenta engañar la vista jugando con el entorno arquitectónico, la perspectiva, el sombreado y otros efectos ópticos y de fingimiento, consiguiendo una “realidad intensificada” o “substitución de la realidad”.

El trampantojo ha resultado bastante creíble durante muchos años en el entorno de Cantora. Nos hemos tragado que en la finca habitaba un clan más o menos feliz, que las adhesiones a la folklórica eran inquebrantables, que sus sumisos acólitos asistían con verdadera preocupación a  sus cuitas emocionales y que las amistades entre los que formaban su círculo estaban forjadas a fuego, preparadas para resistir cualquier envite externo. Pero al trampantojo de la Pantoja comenzamos a verle las costuras y eso no está bonito. Ella, la suma sacerdotisa de su propia religión, guarda un estudiado silencio –más amplio e incluso  mejor escenificado que el de Errejón con Iglesias- mientras sus discípulos están emprendiendo la huida  con endiablada rapidez, no vaya a ser que les salpiquen los cascotes del desbarajuste emocional que está destruyendo Cantora.

Pantoja nunca ha sido buena estratega. Antaño contaba, eso sí, con la suerte de su lado y con poder para marear  a pesos pesados de la prensa del corazón para conseguir sus objetivos, que no eran otros que exclusivas cada vez mejor pagadas. Ahora se encuentra más sola y más cuestionada. En un momento crucial de su carrera, aunque interesante. Nos gustaría una entrevista con ella si se atreviera a decir lo que piensa. Molaría verla en un escenario  pero con un espectáculo bien producido, más “mínimal” que “máximal”, en el que se luciera como una existencialista de la copla y no volviera a repetir esquemas artísticos a golpe de vibrato. Fliparíamos si fuera capaz de quitarse de encima a toda esa caterva de personajes que añaden moho y folklore viejuno a su bata de cola. Pantoja tiene talento de sobre para reinventarse. Si vuelve para hacer lo mismo no la necesitamos. El personaje tiene tal fuerza que es capaz de rellenar programas y programas de televisión sin abrir la boca. Para su desdicha, claro, Resulta terrible constatarlo pero ha explotado de tal manera su vida privada que el hecho de que cante y baile ha acabado convirtiéndose en algo casi anecdótico.