No estoy acostumbrado a trabajar en programas que tengan fecha de cierre. ‘Aquí hay tomate’ duró cinco años, acabamos de cumplir otros cinco con ‘Sálvame’ y no parece que vayamos a cerrar el chiringuito en breve…

Por eso me emociona despedir un programa, tener que decir esto se acaba. Soy muy pavo para esas cosas, en la penúltima gala de ‘Supervivientes’ advertí cómo se me quebraba la voz en varios momentos y tuve que echar mano de kleenex para limpiarme alguna que otra lágrima. Las últimas galas de los realities se convierten en un cúmulo de adrenalina: gente que entra, gente que sale, foto con compañero, foto con amigo, llantos de un equipo que se despide después de haber trabajado más de tres meses juntos intensamente. Y, por encima de todo, un ganador. En este caso, Abraham García. Tras alzarse con la victoria se quitó el bañador y me lo regaló, aunque como íbamos pasados de tiempo la audiencia no pudo ver el momento en el que me lo entregó. Mis amigos me frieron a mensajes por whatsapp, maldiciéndome porque se quedaron sin verlo en bolas. Intenté consolarles diciéndoles que sólo alcancé a verle el culo pero no conseguí darles lástima. Los entiendo. Lo tiene precioso. Aparte de eso, el chico tiene algo, o al menos a mí me lo parece. Yo no me canso de decirle que se largue de España y se dedique a prepararse pero no sé si me hará caso. Es joven, guapo y gana dinero fácilmente: a su edad no debe ser sencillo renunciar a una vida cómoda.