Ya sabía yo que lo de los trescientos iba a dar que hablar, aunque al final la gente tampoco se ha escandalizado tanto. Lo que me lleva a confirmar que, como llevo pensando desde años, he perdido mucho el tiempo.



 

Dejando de lado la cifra, cuando era más joven y acababa encamado con alguien no se trataba sólo de tener sexo. Casi que eso era lo de menos. No conocía a nadie de mi condición y el hecho de compartir algo tan íntimo como el sexo tenía mucho que ver con otros tantos elementos: el cariño, la complicidad, esa gozosa sensación de no estar solo y, ya de paso, el placer.

 

Claro. Me he acostado con auténticos horrores pero no reniego de ninguno de ellos. O casi de ninguno, no nos engañemos.

 

“Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmos/quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos/a ser posible jóvenes/ Yo también persigo el dulce amor”. Jaime Gil de Biedma. ‘Pandémica y Celeste’. Después de deshacer tantas sábanas y ver lo bien que estoy ahora, considero que la jugada me ha salido muy bien.