Letizia, una mujer de hoy en palacio

Letizia

Fueran cuales fueran sus orígenes familiares, la personalidad de Letizia se ajustaba al tipo de mujer por el que don Felipe se sentía atraído.

 

Al igual que Isabel Sartorius y Eva Sannum, Letizia era inteligente, independiente, tenía iniciativa propia y una fuerte voluntad. Desde luego, no encajaba en el patrón de una típica princesa española. Era un desastre en deportes, nunca había montado a caballo, ni tenía un gran concepto de la aristocracia española. Sin embargo, Letizia poseía la suficiente confianza en sí misma como para desafiar a don Felipe. Por ejemplo, una vez que don Felipe estaba hablando de su casa, situada junto al palacio de La Zarzuela, dijo que solo tenía trescientos metros cuadrados de superficie. Ella le espetó: “En tu casa cabría mi apartamento diez veces”.

 

La boda de don Felipe y doña Letizia marcó un cambio radical en la monarquía española. Allí estaba el futuro Rey contrayendo matrimonio con una plebeya. Era la transición de una monarquía dinástica a una monarquía burguesa, donde los valores de clase media de la fidelidad, el amor y el romanticismo ocupaban el centro de su unión. Al mismo tiempo, cabría argumentar que la llegada de Letizia al escenario de la realeza simbolizaba el significado de una monarquía moderna. Si la función de la monarquía era representar a una nación, qué mejor forma de reflejar la naturaleza diversa y regional de la sociedad española por parte de la casa de Borbón que el enlace de un representante de la monarquía con una representante de la república.

 

Como mujer moderna y profesional, doña Letizia enarbolaba el estandarte de la igualdad y el progreso. Aunque ese punto de vista progresista contribuyó a consolidar la figura de doña Letizia en la imaginación popular, a la recién casada todavía le quedaba un largo camino hasta convencer al Rey y a la aristocracia de que era digna del título de princesa de Asturias, heredera al trono. Tras una luna de miel dedicada a recorrer España, Jordania, Tailandia, China e India, Letizia volvió a la realidad.

 

“No me gustas”, se rumorea que le espetó don Juan Carlos a su nuera, “pero voy a hacer de ti una buena reina”. Al observar a doña Letizia durante sus primeros compromisos públicos, el Rey se dio cuenta de que su tensión y su ansiedad se traducían en su forma de mover constantemente las manos. “Dadle un bolso a esa mujer”, le dijo el Rey a uno de sus consejeros, convencido, con razón, de que un bolso es un buen elemento de blindaje en un escenario público. La recién proclamada princesa iba detrás del príncipe y aprendió a estar callada –aunque eso le llevó algún tiempo–. Para una mujer que se había ganado la vida con su voz y su inteligencia, permanecer callada y estar elegante requería cierto entrenamiento.

 

Se cuenta que poco después de que doña Letizia entrara a formar parte de la familia real, todos ellos, junto con el rey Constantino de Grecia, estaban comentando la situación de Irak, arrasado por la guerra. Letizia soltó un discurso, que duró aproximadamente veinte minutos. El Rey, que advertía los rostros inexpresivos de los presentes, le dijo a su nuera: “Ya  sabemos que eres la más inteligente de la familia, pero, por favor, deja hablar a los demás”.

 

 

[Extracto del libro de Andrew Morton –biógrafo de Lady Di y colaborador habitual de Lecturas–  'Ladies of Spain', publicado por La Esfera de los Libros].

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