A los 73 años y con una carrera profesional digna de una estrella, Concha Velasco recibía en febrero de 2013 el Goya de Honor a toda su trayectoria. “Poca gente hay como ella”, decía Enrique González Macho, presidente de la Academia del Cine. Y tenía razón. Concha, con más de 80 películas rodadas, series y programas de televisión, e innumerables éxitos teatrales, recogía su premio más deseado, al que fue nominada en dos ocasiones sin suerte. Aquella jovencita que estudió danza clásica, que debutó en el Cuerpo de Baile de la Ópera de A Coruña, que zapateó como bailaora en la compañía de Manolo Caracol y que fue chica de revista con Celia Gámez, obtenía el reconocimiento oficial y el aplauso que merecía como la gran dama de la interpretación que siempre había sido.

Los inicios de su carrera

Concepción Velasco Varona nació en Valladolid el 29 de noviembre de 1939 e inició su carrera artística a los 15 años con la película ‘La reina mora’. Su consagración llegó con ‘Las chicas de la Cruz Roja’ que, dos años después, la convirtió en Conchita Velasco, uno de los rostros más populares y más queridos de España. Numerosos éxitos se sucedieron. Hasta que, en 1965, rodó ‘Historias de la televisión’. Tras su estreno, Concha se convirtió para siempre en ‘la chica ye yé’, título de la canción de Augustó Algueró que interpretaba en la película. Su inesperado estrellato en la música le permitió grabar ocho discos más, aunque ella nunca se reconoció como cantante.

El mundo artístico le dio a Concha lo mejor y lo peor de su vida. Incombustible y llena de energía, rodó más de 80 películas, estrenó obras de teatro y musicales por toda España, grabó míticas serie de televisión y presentó programas en la pequeña pantalla que le permitieron financiar sus sueños teatrales. Ser actriz le abrió las puertas de un paraíso donde se cruzó con los grandes hombres de su vida.

Conoció a Tony Leblanc, con el que participó en seis películas. El actor fue más que un amigo para Concha, fue un hermano, un hombre al que admiró. El cariño que los unió en 1958 fue creciendo y consolidándose con los años, y la muerte de Leblanc en noviembre de 2012 dejó huérfana a la actriz. El teatro la ligaría también a Adolfo Marsillach. El director y actor escribió su primera obra teatral, ‘Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?’, para ella. Gracias a él, además, Concha conoció al hombre de su vida: el productor Paco Marsó.

Su matrimonio con Paco Marsó: la miel y la hiel

Concha Velasco se casó con Paco Marsó en 1976. La pareja, con dos hijos, Manuel y Paco, saboreó las mieles del éxito, pero también el fracaso y la ruina económica. Los años de esplendor se alternaron con los embargos y las deudas. Los vaivenes económicos dejaron huella en Concha: úlcera de estómago, depresiones y una cada vez mayor distancia con su marido. Tras varias separaciones y otras tantas reconciliaciones, el matrimonio se separó definitivamente en 2005. Marsó dejó de ser su representante y ella se hizo cargo de todas las deudas. Debido a ella ya habían vendido su casa en La Moraleja en 1998 y vivían en su antiguo piso de Madrid, que poco después la actriz también tuvo que poner a la venta. Pero el peor episodio en sus vidas llegaría un año después de su ruptura. Paco Marsó se convirtió en un asiduo de los programas televisivos e hizo pública su adicción al juego y sus numerosas infidelidades en los 28 años que estuvo unido a Concha que, en 2009, se enteró por la prensa de que Marsó se casaba con una joven cubana con la que iba a tener un hijo. Se declaró “desconcertada” y firmaron los papeles del divorcio un año después. A pesar de todo, de que su vida junto a Paco Marsó fue una montaña rusa emocional, la actriz viajó de Madrid a Málaga en noviembre de 2010 para darle el último adiós al que fue “el hombre de mi vida”.

Destrozada y arropada por sus hijos, despidió al que fuera su marido, fallecido de un infarto. El corazón de Concha se sintió viudo.

La consagración de Concha Velasco como gran actriz

Además de Paco Marsó, Concha amó a otro grande de la escena, Fernando Fernán Gómez, pero el suyo fue un amor platónico. “Era el que mejor besaba”, dijo sin ocultar que le hubiera gustado tener “una historia con él, pero se cruzó Emma Cohen…”. En la ficción nunca se le resistió nadie, pero en la vida, Concha siempre se sintió como “una mal querida”. Su quinto hombre fue Antonio Gala, el escritor, su íntimo amigo, el hombre que ideó para ella grandes papeles teatrales. Pensando en Concha, Gala escribió obras como ‘La truhana’, ‘Carmen, Carmen’, ‘Las manzanas del viernes’ o ‘Inés desabrochada’.

La que fuera ‘chica ye yé’ y rostro pizpireto de muchas películas antes de la transición demostró su enorme talento después, rodando a las órdenes de grandes directores como Pedro Olea, Josefina Molina o Berlanga. Dos nominaciones al Goya y una lista de premios que supera la treintena de galardones, incluida la Medalla de Oro de las Bellas Artes, avalan una carrera que le ha valido el respeto y la admiración de sus compañeros de profesión y el cariño del público. Pero, además, Concha será para siempre ‘Teresa de Jesús’, porque interpretándola en una serie en 1984 bordó uno de sus mejores trabajos. Y tras algunas propuestas de poca reputación, como ella misma ha declarado, sus útlimos papeles en televisión, en ‘Herederos’ y ‘Gran Hotel’, la han reinvindicado como la gran dama de la interpretación que siempre ha sido.

Actriz reconocida y admirada, mujer “malquerida” e insomne con algunos problemas de salud (desde dolencias cardíacas hasta depresiones o episodios de ansiedad, pasando por diversas intervenciones quirúrgicas), madre de dos hijos a los que adora y abuela del pequeño Samuel, Conchita, la chica ‘ye yé’, será ya para siempre la gran Concha Velasco.