Hubo un tiempo en el que yo la detestaba y ella me escribía preguntándome por el motivo de ese desprecio. Me encargaron hacerle una entrevista y en vez de enviarme a tomar por saco, me la concedió. Iniciamos una breve luna de miel que desembocó en una lucha sin cuartel.



 

De esa guerra salimos los dos bandos tocados. No hubo vencedor ni vencido, sólo decepción y algún que otro crujir de dientes. Yo seguí observándola desde la distancia y advertí que vagaba por la vida social totalmente descarrilada, buscando una vía en la que dar a conocer al mundo su particular manera de entender la existencia.

 

He creído entender que no la encontró en eso que llamamos absurdamente 'Alta Sociedad' y ahora va por libre. Carmen Lomana se ha reconvertido en una 'outsider' con lentejuelas y ha vuelto a ganarse el respeto de mucha gente porque ya no se la ve tan pendiente de gustar. De convencer. De seducir.

 

Creo que se ha dado cuenta de que su reino tiene mucho más que ver con la gente de la Puerta de Sol que con los empingorotados que acuden a las embajadas. Carmen gusta al pueblo porque parece el fruto de una alucinación. Si sigue por ese camino, puede llegar a convertirse en nuestro opio predilecto.