P. se despierta con mal rollo porque ha soñado que estábamos en un hotel, que discutíamos y que de repente aparecía por allí Kiko Hernández.

Vayamos por partes. P. y yo tenemos que estar muy pendientes de no meter la pata porque somos capaces de romper nuestra relación con bastante facilidad. Como la hemos enviado tantas veces a tomar por saco estamos cogiendo práctica a la hora de ponernos a cubierto cuando amenaza tormenta. Al dejarnos lo hacemos sin odio, y eso me gusta: yo quiero que él sea feliz aunque sea sin mí y creo que a él le pasa lo mismo conmigo. Para mí, esa es la verdadera esencia del amor. Desear el bien a la persona que quieres esté o no esté a tu lado. Ahora mismo, me cuesta imaginarme la vida sin él. Supongo que si desapareciera de mi lado comenzaría a enrollarme con hombres imposibles hasta llegar otra vez a él. Según se mire, lo que tengo con P. es una condena. Y en cuanto a Kiko Hernández, me parece curioso que haya aparecido en el sueño de mi novio. A mí Kiko me parece un hombre muy atractivo y tiene una piel que me encanta: suavecita, de esas en las que se resbalan las yemas de los dedos. Lo reconozco: Kiko me pone bruto. Cuando en ‘Sálvame’ se ponen a hablar de un tema que no me interesa me sorprendo mirándolo de reojo e imaginando cómo debe ser en la cama. En mi cabeza, y sexualmente hablando, lo veo más de ‘Querelle’ que de ‘Los puentes de Madison’. Y más de aventura rápida y sucia –y extremadamente placentera– que de relación. No lo veo como pareja: supongo que tendríamos que acabar declarando el Bingo Las Vegas como segunda vivienda.