Desde que hace un año pasó de princesa a reina, doña Letizia ha acudido sola a presidir la inauguración de una exposición en Viena, a participar en una cumbre de la FAO en Roma y a asistir a un congreso de enfermedades raras en Lisboa, pero esta semana se ha estrenado en un viaje de cooperación, una tarea que ha heredado de doña Sofía. Cuatro días en Honduras y El Salvador en los que ha mostrado las diferentes caras de una misma reina.

Que doña Letizia es una mujer polifacética no es ningún secreto. Si no como se explicaría que para su primera aparición pública en un viaje de cooperación eligiera el más llamativo de los vestidos que ha lucido últimamente: un palabra de honor de lentejuelas y pedrería con el que dejó boquiabiertos a las decenas de periodistas hondureños que la esperaban a las puertas de la Casa Presidencial. No era una cena de gala, sino de bienvenida pero la Reina acudió desplegando todo su glamour. Quizá pudo parecer excesivo, Tegucigalpa no es París y no hace falta lucir las últimas tendencias en moda, ni las sofisticadas ondas con las que peinó su melena, pero visto ahora cuando el viaje toca a su fin, quizá la Reina no quiso defraudar a su público. Durante los días previos a su visita, los medios de comunicación hondureños calentaron la llegada de una reina “elegante” y con “estilo”  y con su rutilante puesta en escena, doña Letizia no hizo más que confirmar lo que se esperaba de ella, de haber aparecido más sencilla, seguramente hubiera defraudado a los anfitriones.

Con todo el mundo pendiente de ella, el primer acto de la agenda adquirió mayor visibilidad. Al día siguiente de su llegada, la  Reina visitó un centro que ofrece asistencia jurídica gratuita a personas sin recursos, mujeres sobre todo que acuden en busca de ayuda para obtener una pensión alimenticia para hijos de padres que desaparecen del mapa o para divorciarse de maridos que las tienen como esclavas. El centro, que se financia con fondos de la Agencia de Cooperación Española, fue ideado por la rectora de la universidad autónoma de Honduras, Julieta Castellanos, una activista pro derechos humanos cuyo hijo fue asesinado por las bandas criminales y que ella misma sufre continuas amenazas. La reina Letizia se paseó con ella por el centro y esa foto, que en España, fue una más adquirió un gran valor en Honduras.

 En El Salvador, segundo tramo del viaje de cooperación, la Reina también se puso del lado de las mujeres que sufren. Vestida con traje de chaqueta, estilo ejecutiva, doña Letizia pasó más de una hora reunida con las responsables de la Casa de Mujeres de la localidad de Suchitoto, una pequeña joya colonial que, como el resto del país, sufrió los estragos de  la guerra civil y que, ahora, ha renacido gracias en parte a la restauración de sus edificios históricos trabajo que ha financiado la ayuda española. En la Casa de Mujeres se da cobijo, información y formación a mujeres que luchan por salir adelante y donde otras, que han hecho de sus problemas una lucha por por la dignidad colectiva, ofrecieron su testimonio a una Reina que hizo lo poco o lo mucho que puede hacer: dar visibilidad a mujeres que durante mucho tiempo han sido invisibles.

La reina Letizia no se ha puesto el uniforme de cooperante, es más sus diferentes estilismos han sido prácticamente los mismos que puede utilizar en actos oficiales en España. Tampoco ha hecho concesiones a la galería ni ha buscado la foto fácil, su papel ha sido cumplir con la tarea encomendada de un modo profesional, aportando lo mejor de sí misma:  esa mezcla casi perfecta entre lo que es y lo que se espera de ella.