Son las doce y media de la madrugada y llego a casa espídico después de salir de otra, de la de Gran Hermano. En cuanto me propusieron participar en el juego de inmunidad no lo dudé: estoy enganchado a esta edición y me apetecía conocer a los concursantes que quedan dentro antes de que fueran expulsados.



 

Me parece que tiene morbo Luis el torero; tienen pinta de buena gente los primos; Azahara es monísima, y las primas son dos muchachas eléctricas. Cuando vi a Paula, que estaba sola en una habitación, tuve que reprimirme las ganas de decirle que era mi favorita. Me acerqué a ella y le di un beso largo y sentío en el cuello. Luego Twitter ardía porque se aseguraba que le había dicho algo al oído. Falso. Sólo la besé.

 

Anécdota que quiero compartir: primero me metieron en el confesionario y luego los encerraron a ellos mientras yo deambulaba por la casa. Al oler la huella de mi perfume me contaron que alguien dijo: “Aquí ha estado una diva”, y el resto asintió. Me hizo gracia.