Inda y Marhuenda auguraban el sábado una aplastante victoria de Esperanza Aguirre e incluso la celebraban entusiasmados. El domingo no localicé a Marhuenda en ninguna tertulia y a Inda lo vi en La Sexta muy apagado. Cariacontecido. Habló muy poco, algo que no es habitual en él. La victoria de Manuela Carmena, a la que el día anterior había despreciado, le sentó muy mal. A mí, sin embargo, me dio la vida. Me gusta Carmena. Creo que va a ser una alcaldesa excelente y va a devolver a Madrid una vida que se han ido cargando alcaldes tan tristes como Álvarez del Manzano, Ruiz Gallardón o Ana Botella. Me alegra la victoria de Carmena y me alegra el batacazo de Esperanza Aguirre. La campaña de esta última ha sido todo un despropósito. Al principio  se paseaba por la ciudad con la sonrisa y la escasa humildad de quien se sabe ganadora por mayoría absoluta, pero conforme iban apareciendo encuestas que certificaban su fracaso Aguirre perdió los papeles, la cabeza y el sentido común. Creo que achaca su derrota a la filtración de su declaración de la renta. Ella sabe que no es verdad pero algo tiene que alegar para justificar su mal resultado. Esperanza Aguirre ha perdido por ir de sobrada, por no molestarse en tener un programa porque pensaba que con su carita bastaba para arrasar y porque ha aparecido una señora como Manuela Carmena que nos ha devuelto la ilusión a todos los madrileños. De todas formas, lo peor para Aguirre no es haber perdido Madrid. Lo terrible es saber que Cristina Cifuentes y Ana Botella, entre otras, deben estar descojonándose de sus resultados.