Siempre sueño lo mismo en épocas de mucho trajín: que tengo que presentarme a un examen de fin de carrera y no tengo ni idea de la asignatura. Es una pesadilla angustiosa que me produce inquietud porque me impide cerrar la época de la facultad y además aparece el temor de fallarle a mi padre, que soñaba con tener un hijo licenciado. Pero ahora que ando algo inquieto pensando que tengo que sacar horas para estudiar mi función la pesadilla se vuelve más dura: a mis años decido dejar colgada la carrera en primero porque no tengo tiempo ni para asistir a clases. Mila, que aparece en el sueño, se encarga de advertirme de que un profesor me va a suspender porque no he ido ni una sola vez a sus clases. Me despierto de muy mal rollo, con la sensación de haberle fallado de nuevo a alguien. Deberían inventar la pastillita de los dulces sueños.