En una boda como la de Harry y Meghan el contenido del discurso durante la celebración tenía que ser especial. Dado el compromiso de la novia en cuestiones sociales, debía ser algo único, y por eso ella quería contar con alguien igual de único: Michael Curry, el reivindicativo obispo presidente de la Iglesia episcopal de Estados Unidos.

Se trata de un activista que no solo ha luchado a favor de los derechos de las personas afroamericanas, sino, también, por la igualdad de sexos. Se considera feminista y sus ideas en cuestiones de sociales están muy pero que muy avanzadas.

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Recientemente, con el movimiento #metoo en Hollywood así como el #Timesup, que ha permitido a miles de mujeres contar lo que hasta ahora habían callado bien por miedo, por desconfianza o por temor a no ser creídas, Michael se posicionaba del lado de todas ellas y se convertía en uno de los pocos miembros de la iglesia en secundar dicha lucha. Él adora posicionarse y luchar por los oprimidos, ¿acaso no tendría que ser así siempre?

En su discurso no han faltado las referencias reivindicativas. Unas referencias que llegan en el seno de una de las familias más tradicionales de la sociedad británica, pero con Meghan las cosas van a cambiar. En sus palabras ha habido mención para la igualdad racial; él ha hecho referencia a uno de los periodos más injustos de la historia norteamericana: la esclavitud, algo que le toca de manera cercana tanto a él como a Meghan, pues la actual Duquesa de Sussex proviene, por su lado materno, de los esclavos que trabajaban en las plantaciones de algodón del sur de Estados Unidos.

Sus palabras han conmovido a todos. Les han hecho sentir. Lo ha hecho de una manera cercana, espontánea y sin protocolos. Y, sin duda, ha puesto la nota más contestataria del enlace.