Con 29 años dio un giro a su vida. Hasta entonces, Paloma González había ejercido como abogada especializada en mujeres que han sufrido maltrato, pero dejó un trabajo seguro para dedicarse a la moda, su gran pasión. La palentina entró en la nueva versión de ‘Cámbiame’ y en su segundo día protagonizó uno de los enfrentamientos más comentados de los últimos meses, que acabó con la marcha de Natalia Ferviú del programa. Ella aguantará hasta que el programa eche el cierre, el próximo 13 de abril.

Paloma, ¿cómo llegaste a ‘Cámbiame’?

Conocí a Anaïs, la directora del programa en un restaurante y me preguntó: “Cómo estilista, ¿qué te parece ‘Cámbiame’?”. Y yo le dije: “Una mierda. Menudas mamarrachadas. Hacen unos disfraces que qué vergüenza”. Cuando ‘Cámbiame’ pegó el bajón de audiencia, Anaïs me escribió. Hice la entrevista, les encanté y me convocaron.

¿Tan malo te parecía ‘Cámbiame’?

Me parecía mierda, sí. Como estilista, lo que hacían con el vestuario era un cuadro. Los estilismos que yo hago son muy distintos de los que hace Cristina Rodríguez y si dijera que me gustan sus looks iría en contra de mi criterio como estilista y te estaría mintiendo.

¿Crees que Natalia hizo teatro con vuestra discusión?

¿Teatro? ¡Vamos que sí! Es que no le cayó ni una lágrima. La que lloró de verdad fui yo. Yo era la nueva y era mi segundo día. Ella fue a por mí. Sé por qué lo hizo. Si lo dijera, Natalia quedaría totalmente desmontada, pero tampoco quiero darle un protagonismo que no merece.

Pelayo te apoyó.

Ahora somos íntimos. Pelayo fue muy generoso. Él era íntimo de Natalia. Gracias a Pelayo, ella estuvo en el programa. Pero es que Pelayo tiene una cosa muy buena, es de justicia, es muy auténtico. Y lo alucinante fue que la única persona que le dio la razón a Natalia fue Cristina Rodríguez. ¿Cristina? ¿Cuando se habían llevado fatal durante todo el programa? A mí, en cambio, me dio la razón todo el mundo sin excepción. Los directores, Carlota Corredera…

Capeaste el temporal, ella se fue y tú has aguantado hasta el último programa.

Soy la puta ama. Está mal que yo lo diga, pero es así, que alguien sin carrera televisiva, que al segundo día le pase lo que a mí, es tela. Porque yo pasé muchas noches sin dormir, con ataques de ansiedad…

¿Pensaste en que no debías haber dado el paso?

Todos los días. Porque yo siempre he sido positiva. Me mentalizaba de que era mi trabajo, iba a trabajar con una sonrisa, aunque la procesión fuera por dentro.

¿Y te compensaba?

Yo no me podía imaginar que hubiera gente tan asquerosa, que hiciera tanta leña de todo… Me di cuenta de que la profesión española de verdad es criticar por criticar. Tengo mucha personalidad y encima estoy buena, eso es lo que ha jodido. Si hubiera sido una tía fea, sin personalidad y sin criterio, me lo hubieran permitido, pero yo sé de moda. Mis padres tenían tiendas de ropa, de toda la vida. Yo he vestido Fiorucci con 5 años, de Armani, mis padres iban a desfiles, compraban colecciones…

¿Te inculcaron tus padres el amor por la moda?

De pequeña, siempre me gustó. Ellos pusieron tiendas de moda en Palencia. Compraban colecciones de alta costura, Valentino, Versace, y mi casa estaba llena de libros de moda, de revistas. Yo desfilaba para mostrar las prendas de mis padres en el desfile de niños. Y cuando acababa, me metía en el de señoras y mi padre me gritaba: “Paloma, tú eres una niña, ya no te toca salir. Sal de ahí”.

Eso en Palencia no debía de ser lo común…

Nadie se extrañó cuando salí en la tele. En Palencia, al final, te conoce todo el mundo, es una ciudad pequeña y mi familia es conocida. Mi abuelo, Don Optaciano, era pediatra. De los mejores de Castilla y León, era el médico de Elena Anaya. Y mi otro abuelo era constructor, con lo que media Palencia la construyó él. Si vas a Palencia y preguntas por Don Optaciano o por Pedrito Cachalero, todo el mundo sabe quiénes son. Lo reconozco, soy de buena familia. Eso me ha dado una personalidad y también me ha granjeado envidias.

Porque sufriste acoso...

En el colegio. Mis padres me llevaron a un colegio público porque tenía comedor y como trabajaban los dos lo necesitaban, y yo era una niña muy pija. Me hicieron trizas, no tenía amigas. Cuando llegaba la hora del recreo me meaba encima, literalmente. El sonido del timbre del recreo me daba náuseas. Vomitaba.

¿Y cómo encajaron en casa que dejaras la abogacía por la moda y el faranduleo?

¿Y dejar de ganar dinero y trabajar gratis? Fatal. Estuvieron mucho tiempo enfadados conmigo. Les llamaba para pedirles dinero porque no llegaba a final de mes y mi padre me decía: “Eres una consentida. Te estamos pagando el capricho”. Así que me busqué la vida de dependienta, montando escaparates...

¿En el amor te va tan bien como en tu profesión?

Qué va. Estoy soltera. En el amor soy muy exigente. Tengo la suerte de que mis padres llevan casados 35 años y se quieren como el primer día, pero yo no he tenido suerte. He tenido relaciones tormentosillas, de hecho. Yo conozco a un chico y al día siguiente le compro un pijama, su libro favorito, le mando flores… parezco yo el tío. Me entrego mucho. Al principio, los tíos piensan “esta es muy divertida”, “es una bomba sexual” pero a la tercera cita “si te he visto no me acuerdo” [risas]. Ligo mucho, con chicos muy guapos, actores, famosos… lo que quiero lo tengo. Sé que estoy buena, pero a mí lo que me apetece de verdad es que me quieran, que me lleven al cine, y que me digan: “Paloma, cuánto te quiero”.

Y ahora que acaba ‘Cámbiame’, ¿qué planes tienes?

Tendré que hacer castings y muy mal se me tiene que dar. La tele se perdería mucho si prescindiera de una tía como yo. Hay poca gente tan auténtica en televisión como yo. Estoy abierta a cualquier cosa porque me gusta mucho la tele. Me encanta. Veo una cámara y me vuelvo loca. Es encenderse el piloto rojo y me entra el subidón.