Estamos acostumbrados a verle con muchos niños a cuestas. ¡Algunos incluso sin ser suyos! Pero la vida de Pablo Chiapella, el ya mítico Amador en La que se avecina, es mucho más relajada que la de su personaje en la ficción. Y menos mal, porque no hay nadie que pueda soportar ese nivel de ajetreo. El actor es padre de una niña, Valentina, que ha cumplido ya los dos años y está que se le cae la baba con ella...
Es uno de los personajes más queridos e imitados de La que se avecina -con permiso de la Chusa, claro-. Amador pasó de ser el vecino cuqui a un vividor casi sin darnos cuenta y, desde entonces, no ha parado de protagonizar tramas. Pero, ¿cómo es Pablo Chiapella, el hombre que se esconde detrás de la pantalla? ¿Será tan loco como su personaje? Menos mal que, gracias a mtmad, hemos podido descubrir un poquito más sobre él.
“Soy Pablo, soy padre, tengo una y es mía seguro”. No había una forma más clara de presentarse. La vida del actor poco tiene que ver con la de Amador. “Así es todo más fácil”, reconoce. La que se avecina ha marcado la vida de Chiapella a muchos niveles. No solo ha sido la serie que le ha dado más popularidad, sino que, además, ha cambiado también su existencia. Fue en la serie donde conoció a Natalia, la que ahora es su pareja. Ella trabaja como estilista.
Juntos tiene una niña que ha cumplido ya dos años. Se llama Valentina y tiene a su padre loquito de amor. “Lo llevo muy bien”, explica. “Aprendiendo cada día, con ganas de conocerla cada día más y de ayudarla en todo lo que pueda”. El actor es consciente de la dificultad que eso entraña, claro. “Es un volver a empezar prácticamente. Pero muy contento con mi perlita”. No hace falta que lo diga, se le ve en la cara.
¿Se le habrá pegado algo de Amador después de tantos años interpretándole? Por suerte, no mucho. “La experiencia de Amador me ha ayudado a saber lo que no había que hacer, que no es poco”, ha confesado. “Aun así, me equivocaré”. Como muchos actores, Chiapella se muestra tímido al hablar de su vida. Siempre discreto, nos deja solo algunas pinceladas. Ay, ¡queremos más! Somos así de insaciables.