Era un movimiento que venía sonando desde hacía semanas. Los datos de Gran Hermano dejaban poco margen a las dudas. La última edición del reality estrella de Mediaset no estaba funcionando como debía. Y no es que las mentes pensando de GH no hubiese conseguido darle una vuelta a lo que el público esperaba -incluso llegaron a meter a 100 personas en la casa, que no es moco de pavo-, pero el formato no daba más de sí. Hay veces que toca dejar descansar a los productos para nos dé un poquito de nostalgia. Tan solo hay que ver el éxito de OT. Dieciséis años después ha conseguido ilusionar como el primer día. Y eso, claro, no ha favorecido nada a la 'revolution' de GH...

La llegada de Belén Esteban, el astro salvador de Telecinco, no ha conseguido la remontada esperada. Complicado a estas alturas de programa que diez minutos en la casa pudiesen hacer que el público cambiase de canal y se enganchase al reality -¿cómo van a hacerlo si no conocen a los concursantes?-. Guadalix cierra sus puertas, al menos, temporalmente. Un tiempo de descanso para que dejemos de lado las malas sensaciones y nos quedemos con los momentos gloriosos. ¿O es que alguien recuerda qué concursantes estuvieron en los últimos OT de Jesús Vázquez y Pilar Rubio? Pero, claro, ahora todos somos fans.

Lo de menos es cantar

Operación triunfo ha sabido orquestar un programa que ha conseguido lo que buscaba: conectar con el público en redes -la fiebre OT es ya una epidemia en twitter- e ir afianzándose en televisión, aunque le haya costado más de lo que esperaba. La primera de las galas fue un desastre a muchos niveles. Tampoco han brillado tanto las siguientes como deberían, centradas en aspectos más propios de 2001 que de 2017. Eso sí, han aprendido de los errores rápido y han conseguido reaccionar a tiempo. El reality se ha gestado prácticamente solo. Cantar, en el fondo, ya es lo de menos.

El gran acierto del casting

GH ha terminado confiando tanto en sus propios clichés que el público se ha aburrido. Elegir a gente que parece haber nacido para habitar en Gran Hermano deja de dar resultado cuando lo hemos visto en dieciocho ocasiones -por mucho que pensemos que es lo que le funciona a la audiencia-. OT ha conseguido apuntalar un talento tan arrollador como Amaia con actores secundarios capaces de robarle los planos. La falta de sorpresa del formato la han suplido con la inocencia de la juventud. Muchos de los que hoy cantan en la Academia han nacido con Bisbal convertido en una estrella. No se plantean nada más y eso es lo que les da el plus de improvisación. Algo que en GH hace mucho que no vemos.

El gran error de los vídeos

Acabar con el canal 24 horas fue el golpe definitivo para esta edición de Gran Hermano. En la era de twitter, de los memes y de los gifs, no disponer de la información al segundo es llegar muy tarde. Fidelizar para que cuando se emita la gala los fans desborden emoción. Ahí es donde OT ha estado rapidísimo. Un acceso fácil, sencillo y rápido a sus contenidos -con un equipo que está a la que salta-. Los seguidores de GH, los fans que sustentan el formato, sintieron como una traición la desaparición del 24 horas y no lo perdonaron. Cuando Mediaset rectificó, era demasiado tarde -señora-.

La madre de todos los errores

¿Qué programa aguanta dieciocho temporadas sin resentirse? Mediaset ha exprimido GH hasta la saciedad. Ha apostado tanto por el formato que ha saturado su parrilla. Tres entregas en prime time son muchas entregas. Sobre todo, en tiempos de internet. La revolución del GH VIP de Belén Esteban fue tal que la cadena se vino arriba y no supo medir las fuerzas. ¿Será suficiente un descanso para que GH vuelva con la misma intensidad de antes? Posiblemente. El formato que nos dio a Inma Contreras -'me gusta el oro, disfruto'- no puede apagarse sin brillar. Un tiempo de descanso, un 'GH: El reencuentro' con todos los integrantes del primer Gran Hermano y la casa de Guadalix vuelve a tomar fuerza. ¿Que no? A tu lado me siento seguro...