Máxima es la primera reina del siglo XXI. La economista argentina que enamoró al heredero holandés se convirtió en reina consorte desde el 30 de abril de 2013, día elegido por la reina Beatriz para pasar el trono a su primogénito Guillermo Alejandro de Orange-Nassau.

El lunes 28 de enero, tres días antes de su 75 cumpleaños, Beatriz de Holanda anunció su abdicación, una decisión que ya tomó su madre, la reina Juliana, en 1980, y su abuela, la reina Guillermina, en 1948. La monarquía holandesa se renueva dando paso a la nueva generación representada por los actuales príncipes herederos Guillermo y Máxima.

Una pareja muy popular

El príncipe Guillermo, nacido el 27 de abril de 1967, será el primero, entre sus homólogos europeos de su generación, en alcanzar el trono y lo hará de la mano de su reina, la economista argentina, nacida el 17 de mayo de 1971, que conquistó su corazón y el de todos los holandeses. La popularidad de la pareja no ha hecho más que crecer desde que se anunció su compromiso matrimonial en 2001. Habían pasado dos años desde su primer encuentro que tuvo lugar en España. Sevilla tuvo que ser, como diría la canción, donde en plena feria de abril, al son de las sevillanas, el influjo de la luna y el aroma del azahar, Guillermo encontró a Máxima. La joven economista argentina, que trabajaba en Nueva York, acudió a la capital andaluza invitada por una amiga española que también había invitado al heredero holandés. Guillermo se había enamorado de Sevilla, a donde acudió en 1995 para asistir a la boda de la infanta Elena con Jaime de Marichalar y había prometido volver.

Amor a primera vista

Lo hizo unos años más tarde y allí estaba Máxima, con su alegría desbordante y una presencia impactante. Fue, según confesaron, amor a primera vista. Tras los días de miel en Sevilla, el príncipe holandés viajó en varias ocasiones a Nueva York para ver a su amada y juntos, también, se refugiaron en Argentina en donde fueron descubiertos. El noviazgo, como todos los reales, se desarrolló en secreto y con no pocas dificultades. Máxima tardó en tomar la decisión de dejar su vida e independencia para convertirse en princesa, pero cuentan que el príncipe Guillermo lo tuvo claro desde el principio.

Cuando llegó el momento, la reina Beatriz, cuyo marido Claus von Amsberg atravesaba una depresión que marcó su vida, no pudo negarse a la felicidad de su hijo pero había un problema: el padre de Máxima había sido ministro en el gobierno del dictador argentino Jorge Videla. La reina Beatriz sabía por propia experiencia que la sociedad holandesa, implacable con los regimenes totalitarios, había rechazado, en principio, su boda con Von Amsberg quien, en su adolescencia había pertenecido a las juventudes hitlerianas y no se equivocaba con la reacción que tendrían con su futura nuera. Holanda cuestionó a Máxima, no por ella misma, sino por el papel de su padre y hasta el parlamento holandés pidió a la aspirante a princesa que se apartara de su padre y rechazara formalmente el régimen de Videla. Fue el primer sacrificio de la futura reina de Holanda y, al hacerlo, se ganó para siempre el cariño de los ciudadanos.

Máxima lució espléndida en su boda, celebrada en Amsterdam el 2 de febrero de 2002, pero tuvo que renunciar a la presencia de su padre, declarada ‘persona non grata’, y también a la de su madre, que se quedó con su marido en Londres, desde donde vieron la boda por televisión. En la ceremonia de la boda sonó un bandoneón que interpretó ‘Adios noninno’, una composición que Astor Piazzola dedicó a su padre. Máxima lloró por la ausencia del suyo, pero desde ese día no ha dejado de sonreír, ganándose el cariño de los holandeses. Su simpatía, su dedicación, su rápido aprendizaje del holandés y su proximidad a la todavía reina, han convertido a la princesa Máxima en la favorita de los holandeses, que ya han olvidado el pecado de su padre.

Amalia, la heredera

La pareja ha tenido tres niñas, Amalia, Alexia y Ariana, con quienes, una vez al año, viajan a Argentina y a quien Máxima les habla en castellano. La presencia de Máxima en las cortes europeas es siempre impactante, con una presencia rotunda. Sus modelos no dejan indiferente pero, aunque en ocasiones es excesiva, no importa. Máxima cae bien, su naturalidad desarma y su alegría contagia. Máxima ya era una reina antes de que su príncipe llegara al trono.