Edmundo, Bigote, Arrocet continúa callado en ‘Supervivientes’. Cuando regrese a España, habrá que asegurarse que no ha perdido el habla y que sus dotes comunicativas permanecen intactas. Empezamos a estar preocupados. El novio de María Teresa Campos ha alcanzado tal nirvana que nada lo puede sacar de su trance en perpetuo ‘ohm’, ni si quiera los ataques de su crítica más feroz, Leticia Sabater.

Decía Leti, antes de marcharse, que tenía algún problema no resuelto con Edmundo, con el que también coincidió en otro reality de supervivencia, pero en este no está haciendo más que tenderle puentes. Esos dardos que le lanza, y que él escoge emplearlos en quemarse a lo bonzo sin mover un músculo, son, en realidad, oportunidades desaprovechadas de ganar protagonismo y peso en un programa que empieza a antojársele ajeno, y, a la audiencia, ajeno que él concurse. Ha dejado de importar.

Ayer, tras el cambio por sorpresa de Alba Carrillo al grupo de Leticia, Bigote y José Luis, la ‘amiga de los niños’ tuvo unas palabritas dedicadas a sus compañeros. “Seguramente se lleven bien, porque Alba trabaja poco, y José Luis mucho, ella no le va a poner problemas. Porque a él cuando trabajas y le llevas la contraria, en ese momento empiezan los problemas. Y con Bigote, como nunca hace nada, él va a su bola, le importa todo un pimiento”. Y el humorista sin despegar los labios. Imaginamos lo que sonaba en su cabeza, como en aquel capítulo de los Simpsons, “miau, miau, miau, miau”. Entonces, ¡oh milagro! Edmundo recuperaba el don del habla, como cuando a Ariel le era devuelta su preciada voz de manos de Úrsula. La recobró para decir algo imperceptible para el oído humano, y Sabater le espetaba “lo que es una vergüenza es lo que cobras para lo que haces”. Dardazo envenenado donde los halla.

Y seguía. “Asqueroso, que fuiste incapaz de darle 3.000 euros a tu hijo para montar un negocio”. La tensión se podía cortar con un chuchillo. Arrocet escogió entonces regresar a su aislamiento, ser el ermitaño emocional que lleva siendo todo el concurso y que está decepcionando (con creces) a la audiencia. Pero, sobre todo, a la productora que le paga.