Lo decía Laura Matamoros haciendo balance de ‘Supervivientes’: “Este programa es de locos”. Y es verdad. El reality de aventura, es, por encima de todo, de convivencia, y cuando uno hace todo lo posible por llevarse bien con su grupo, las diferencias pronto quedan a un lado. Como les ha ocurrido a ella y a Alba Carrillo, su nueva mejor “amigui”.

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En los ojos y en las sonrisas de ambas, cuando hablan, se adivina simpatía y hasta cariño. No queda ni rastro de la ira que sacaron en aquella violentísima pelea en la que Laura llegó a echar en cara, literal, que la otra vendía todo de su vida, “hasta cómo follas”. Este comentario casi le hace abandonar a la modelo, pero con la expulsión de su madre, la auténtica azuzadora, está mucho más calmada y ha aprendido a disfrutar la experiencia única que le está garantizando el show.

Quizás el punto de inflexión en su relación tuvo lugar cuando Alba se quemó el pie con unas brasas. Esta se achicharró la planta y la hija de Kiko estuvo muy pendiente de ella, dando instrucciones de cómo debían manejar la quemadura. Tras eso, conversaciones sobre chicos y bromas sobre ellas mismas. Solo les faltaba hacerse trenzas en plan campamento de verano (parte que queda cubierta con Juan Miguel).

Laura no daba crédito a la sorprendente evolución de su amistad, que empezó consistiendo en sobrevivir a los ataques de la otra y que se ha transformado en una ‘casi’ hermandad que deja atónitas a sus integrantes. Y al resto del grupo.

Hasta se han atrevido a hacer bromas sobre sus difíciles caracteres, aludiendo a que, cuando salgan del programa, sus parejas no les van a querer coger el teléfono tras haber visto cómo se las gastan cuando se enfadan. Así mejor, que los chicos vayan sobre aviso.